El español volvió a reinar en la Philippe Chatrier y suma ya 14 títulos en París y 22 Grand Slams, agrandando aún más su infinita leyenda.
Nadal no necesitó de su mejor nivel de juego para desbordar a Ruud
Debe ser muy desalentador tener la poderosa sensación de enfrentarse a un reto imposible y de que no depende de ti el devenir del encuentro. El joven noruego sabía a lo que se enfrentaba, era consciente de que una primera final de Grand Slam siempre es complicada a nivel mental, pero que el peor escenario posible es medirse a Rafa en la Philippe Chatrier, y bastaron apenas unos juegos del primer set para percatarse de que nada podía hacer para revertir sus peores previsiones. El español rompió el saque de inicio, sufrió un despiste morrocotudo luego, pero no tardó en volver a ponerse en ventaja con una facilidad pasmosa. Sin necesidad de hacer un tenis espectacular, desgastaba a Ruud por el lado de su revés, y demolía su resistencia atacando ya metido en pista y pudiendo soltar el brazo. El esquema de juego estaba claro y cuando eso ocurre, es imposible frenar a Rafa, por mucho que no esté rebosante de confianza e intensidad de piernas. Se las arregló para ir manteniendo su saque y maximizar su ventaja.
Intentó redoblar sus esfuerzos el bueno de Casper en la segunda manga, saliendo con energías renovadas y habiéndose quitado los nervios iniciales que siempre atenaza. Sus piernas se movían a mayor velocidad permitiéndole adquirir la iniciativa y pegar muchas derechas, conectaba golpes muy meritorios y adquiría confianza. Todo ese despliegue le permitió situarse con una ventaja de 1-3 en el marcador, que no hizo más que despertar a la bestia. Lo que en cualquier otro escenario y momento habría sido un arranque alentador, no fue más que un oasis en el desierto para el joven noruego, que se encontró con la reacción visceral de una leyenda dispuesta a no dejarse nada en el tintero. Remontó sin alharacas, sin necesidad de grandes aspavientos ni milagrosos, sino con esa autoridad insultante con la que lleva lustros dinamitando rivales.
Rafa encadenó 11 juegos consecutivos ganados
La montaña se hizo demasiado grande para Casper Ruud en el tercer parcial, con el balear listo para terminar el partido por todo lo alto y recuperar las mejores sensaciones de juego, por mucho que no las necesitara. Fue muy duro moralmente para el noruego verse superado de esa manera y pareció bajar los brazos ante la impotencia para hacer daño a este coloso. Drives ganadores, recuperaciones imposibles y, en definitiva, una síntesis perfecta de todas sus virtudes, es lo que ofreció Rafael Nadal en el tramo final de un partido que forma ya parte de la historia del tenis y que, por el bien de este deporte, ojalá no sea el último del español en este torneo. La 14ª ya está aquí; la más inesperada, la más meritoria, la más emotiva y esperemos, que no sea la última. Solo queda disfrutar mientras se pueda de este jugador. Y nada más.